Conversaciones de cafetería (2)

por PhiTech

Así que siendo consecuente con lo que hablamos, empezamos a pensar en Bucaramanga y las elecciones locales.

Los candidatos más nombrados son abiertamente señalados de todo tipo de sospecha de corrupción, no sólo por los medios sino por los ciudadanos. Se reconoce que son corruptos, se reconocen su vinculación con desfalcos y manipulación en los contratos oficiales. Se pueden nombrar a sus amigos en las entidades del Estado e incluso los vínculos con grupos armados al margen de la ley.

La pregunta legítima es ¿por qué los vamos a elegir? ¿por qué si parece que tenemos muchos y muy buenos argumentos para no fiarnos de ellos, son en cambio los candidatos más factibles de ocupar los cargos de elección popular?

En nuestra historia más reciente, tuvimos un alcalde polémico pero no alineado con los partidos tradicionales y por ende, un concejo que no logró validar las decisiones y planes de su gobierno. Muchos críticos acusaban de legítimos los desacuerdos entre estas dos partes y un sector amplio de la población reconocía que el problema era la repartición preferente en la contratación pública, que se vio obstaculizada por el alcalde. Así que, en medio de esta tensión, quedó una ciudad que fue manejada, en su mayoría de los casos, a través de decisiones de corto alcance y unipersonales.

No creo que nada de lo que ocurrió fuera deseable pero debo reconocer que dadas las condiciones adversas de negociación, me reconozco como simpatizante de la gestión del alcalde. Pues como parte de una institución ubicada en la periferia de la ciudad, con población vulnerable a mi al rededor, puedo reconocer que el enfoque de atención hacia la población de este sector socio-económicamente deprimido, ha sido prioritario y lo celebro. Hay sin embargo, situaciones que desdicen de la administración, como la intervención sobre el acueducto metropolitano y la persecución del movimiento sindical. Y estas, son sólo algunas de las cosas que estoy tomando en cuenta, pero muchas de las iniciativas del alcalde fueron polémicas en varios sectores de la población.

Así que ahora, frente al proceso de elección tenemos a unos ciudadanos que tuvieron que hacer parte activa de discusiones políticas durante los últimos años y (creo) están agotados.Y ante una paleta amplia de opciones, auguro que se irán por el «malo conocido» representante de los partidos tradicionales y señalado ampliamente por su intervención en contrataciones públicas.

Así que, cuando he escuchando más de un discurso en reuniones políticas pude reconocer el problema.  El caballito de batalla de los candidatos es siempre el mismo: dejemos de improvisar, hagamos alianzas. Lo deseable se presenta como el retorno al ejercicio político tradicional, en manos de los partidos y con sus figuras visiblemente cuestionables porque de esta manera mis conciudadanos, pueden dejar de vincularse a los procesos políticos tediosos (como la crítica) aunque esto le genere un prejuicio de amplio espectro pero que no los confronta directamente. Y aunque entiendo por qué esto le resulta deseable para los demás, me siento profundamente impedida a votar en contra de mis juicios morales (y mis prejuicios).